Más feliz por ganar que por el gol




Por: Guillermo Tagliaferri (Diario Clarín)

No podía darse por vencido ni aun vencido Rolando Zárate. ¿Cómo iba a hacerlo si desde que nació este 2009 que está luchando contra la muerte del futbolista? Parecían contados sus días detrás de la pelota por ese dolor en la cadera, producto de una fractura cuatro años atrás. Sin embargo, con espíritu de Almafuerte, el Roly volvió de Ecuador, se operó y, de a poquito, con los pibes de la cuarta, empezó su carrera para llegar a la meta de la recuperación. Hasta que Ricardo Gareca lo vio bien, metido, concentrado. Y le dijo que se uniera al plantel campeón después de su rumbo itinerante que incluyó México, España, Escocia y hasta Arabia Saudita. No le falló la intuición al Tigre. Anoche, el tercero de los cuatro hermanos de la dinastía Zárate cumplió con un gol clave.
"Lo importante, más allá del gol, es que se pudo ganar. Necesitábamos un triunfo como local", puntualizó Zárate un ratito después del éxito inesperado. Un poco por el buen nivel de Cristian Limenza, el arquero de Unión Española, y mucho más por el bajo rendimiento colectivo de todo Vélez."

Nos jugaron de igual a igual y, por momentos, no estaban ganando con bastante autoridad. Gracias a Dios, logramos remontar el resultado. Fue muy importante", reconoció el goleador, que pegó el grito sagrado y hasta se sacó la camiseta, lo que fue equivalente a despojarse de la mufa. De hecho, no marcaba un tanto con la "V" azulada en el pecho desde el 6 de febrero de 2006, ante Liga Deportiva Universitaria de Quito, por la Copa Libertadores de ese año.
Zárate, en su cuarto ciclo en el club de Liniers, llegó a su gol número 47. Debutó el 15 de octubre de 1998, ante Newell's (1-0), y a los 31 años, suma experiencia en un vestuario que lo tiene como uno de sus principales referentes.

Quedaban 13 minutos y ese descuento que terminó siendo decisivo cuando Gareca observó que Jonathan Cristaldo ya no desequilibraba en la zona de fuego y Vélez perdía 2 a 1 por esa jugada magnífica que elaboró un argentino (David Ramírez) y definió otro (Raúl Estévez). No sólo porque los defensores chilenos le habían tomado la mano. Además, arrastraba un dolor en la rodilla. Apenas ingresó, entregó un aviso cuando, después de una tapada de Limenza, marcó un gol que el árbitro Roberto Silvera, a instancias del asistente Walter Rial, consideró en posición adelantada.

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